Dialogo entre Medea y Yerma sobre la Maternidad.
Medea y Yerma se encuentran en una plaza en frente a los tribunales. Se ponen a conversar debido a que ambas están ahogadas en sus penas.
Medea: ¡Buenas Tardes!
Yerma: Buenas tardes, ¿desea algo?
Medea: Solamente conversar
Yerma: A mí también me vendría bien eso.
Medea: ¿Le pasa algo a usted?
Yerma: Sí, he matado a mi esposo.
Medea: Yo he matado a mis hijos a causa de mi esposo.
Yerma: Increíble. ¿Qué le ha llevado a usted a realizar acto tan atroz? Los hijos son lo mejor que a una mujer le puede pasar… No la comprendo.
Medea: Es complejo. Tuve un esposo y dos hermosos hijos pero él, Jasón, me ha engañado, se ha ido con otra, con la hija del rey. Obviamente, él no imaginó que, al abandonarme y engañarme, sufriría semejantes consecuencias.
Yerma: ¡Santo dios! ¿Pero usted cree que a él le ha afectado demasiado el hecho de quedarse sin sus hijos?
Medea: Definitivamente, le quité su descendencia.
Yerma: ¿Y le ha costado?
Medea: Demasiado, pero no me arrepiento, no los podría haber dejado librados a los golpes de una mano hostil. He preferido matarlos yo, que les di la vida y pagar luego con la mía.
Yerma: Nunca había escuchado algo tan terrible en boca de una mujer.
Medea: Y a ti, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué has matado a tu esposo?
Yerma: Fueron muchas cosas las que me llevaron a eso. Yo deseaba tener hijos pero por pertenecer a un modelo de mujer que respetaba las leyes de la sociedad, soporté el esperar que mi esposo me lo diera. Al no poder lograrlo fue tanto mi dolor que sin meditarlo, llena de odio, maté a mi esposo y así, a mis futuros hijos. Mi esposo, Juan, estaba cómodo con nuestro matrimonio, no necesitaba tener hijos, no le importaba mi deseo. Él no quería que yo salga de nuestra casa, suponía que aislándome ya no desearía, pretendía que me quedara ahí todo el tiempo y para lograrlo puso a sus dos hermanas a vigilarme.
Medea: Qué situación incómoda.
Yerma: Sí, muy incomoda, ellas me ponían de mal humor.
No nos comunicábamos en nuestra pareja, casi ni hablábamos y eso me hizo sufrir mucho a mí, sin contar que él no me había dicho nunca que no quería tener hijos. Yo lo que más deseaba en la vida era tenerlos pero no por fuera del matrimonio. Eso tenemos en común: yo no traicioné a mi marido y tu no toleraste la traición.
Medea: Ya veo… A pesar de lo que hice, yo sí deseaba ser madre, amé a mis hijos profundamente, no me arrepiento de haberlos parido. Pero lamentablemente la traición de mi esposo provocó tal dolor que no pude soportarlo.
Discúlpeme, pero ya llega mi hora, debo pagar por el crimen y eso es mejor que vivir sola y atormentada.
Yerma: Lo lamento, entiendo la situación, yo no sé aún cómo continuar mi vida, también debo pagar por mi crimen.
Medea: Cierto, fue bueno encontrarnos.
Yerma: Es verdad… Hasta siempre...
Excelente, Malena!
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